Analogías y Modelos mentales como herramientas para mejorar nuestra comprensión del mundo

En el último escrito, La segunda parte de 109 años, nos centramos en qué puede enseñarnos en la gestión de nuestras inversiones la vida de una persona que ha rebasado los cien años. Las analogías son maneras sencillas de modelar el mundo, que se basan en que ciertas dinámicas universales suelen repetirse. Cuando nos enfocamos sobre el comportamiento humano surgen importantes limitaciones, pues la irracionalidad e impredictibilidad juegan un papel muy importante en la ecuación. Con suerte, ocho de cada diez veces encontraremos un comportamiento similar, pero dos de cada diez no.

¿Invalida esto que las analogías carezcan de utilidad? En mi opinión no, pero debemos tener sus limitaciones en cuenta a la hora de decidir y no dejarnos llevar ciegamente por un modelo mental, pues puede ser que esta vez sí sea diferente. 

Otro riesgo importante es intentar simplificar problemas complejos cuando el nivel de detalle que realmente se necesita es mayor. La técnica de simplificar, como la de llevar el asunto en cuestión a los extremos, son útiles para mejorar nuestra comprensión, pero sin obviar en ningún caso que lo que son, herramientas.

En el recomendable podcast de Howard Marks con Edward Chancellor, autor de El precio del tiempo, la verdadera historia de los tipos de interés, Chancellor hace una analogía entre los tipos de interés y la fuerza de gravedad, que me parece muy acertada. Marks, sin embargo, rápidamente le remarca a Chancellor, que la ley de la gravedad no tiene sentimientos y que es una analogía arriesgada por la violenta impredictibilidad que tiene cualquier asunto en que intervengan las emociones humanas.

Ambos tienen razón. Quizá lo interesante aquí sea entender que una analogía sencilla nos puede resolver una gran parte del acercamiento a una manera de entender los engranajes de un concepto, pero que la última milla de conocimiento que probablemente sea la que marque la diferencia la debemos recorrer solos. 

Esto, que puede verse como algo negativo, es una de las mejores formas de crecer y madurar nuestro conocimiento. La razón es sencilla. Como reza la vieja frase castiza, nadie espabila en cabeza ajena. Podemos apoyarnos en los libros o el conocimiento de otros para acercar nuestro barco a la orilla, pero los últimos metros debemos recorrerlos en nuestra pequeña barca o a nado, pues ese barco no nos puede llevar tan cerca por la profundidad de las aguas.

Las analogías por tanto constituyen la observación de ciertos patrones comunes que se dan a lo largo y ancho de múltiples situaciones vitales.

Seguro que si pensamos en el mundo que vivió un hombre de negocios a principios del siglo pasado, encontraremos enormes diferencias con nuestro mundo actual.  Esto no invalida que muchos empresarios seguimos buscando en la historia, ideas que nos permitan responder a retos actuales. La tecnología ha cambiado, pero la incertidumbre sigue llamándose y experimentándose igual. Nuestra respuesta humana, también.

Somos pequeños animales de costumbres y esto está imbricado en nuestros genes.

En un escrito muy inspirador Morgan Housel nos habla sobre la gran diferencia entre la medicina de hace cien años respecto a la actual, y recíprocamente de la escasa diferencia entre el comportamiento humano cuando de dinero se habla entre las dos épocas.

Si uno mira las técnicas que se usaban entonces, se alarmaría de las barbaridades con que se trataban ciertas enfermedades.

Si uno mira cómo se producían las burbujas y los pánicos entonces, se sorprendería de lo parecido que es a nuestro día a día.

Asomarnos al mundo a través de las analogías, nos puede ayudar a establecer soluciones eficaces a problemas complejos. Combinar esto con un pensamiento analítico que de probabilidades a los diferentes sucesos, es una buena manera de poder asignar nuestras inversiones de una manera sensata y racional. Y lo que es mejor, si el resultado finalmente no ha sido positivo, nos ayuda a minimizar el arrepentimiento al haber seguido un proceso correcto que en otras circunstancias sí hubiera arrojado un buen resultado.

Utilizar modelos mentales, del mismo modo que conocer modelos de negocio, nos ayuda a adentrarnos en realidades empresariales complejas que pueden compartir dos industrias de dos sectores completamente diferentes.

Sin duda un tema apasionante para profundizar para todos aquellos que creen que es posible mejorar nuestro pensamiento trabajándolo como un músculo en el gimnasio.

Algunas lecturas interesantes para recorrer unas millas más, si te ha gustado esta breve introducción al tema:

 

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