Se acerca el fin de ejercicio y aunque hacer balance una vez terminado el año no deja de ser una tarea meramente circunstancial, para el inversor de largo plazo, por otro lado no dejamos de hacerla como si fuera necesaria. Más por rellenar nuestro hueco de inquietud en el comportamiento que ha podido tener nuestro ahorro invertido, que por el control que creamos que podemos ejercer si observamos cómo nos ha ido el año. Y más en momentos convulsos como los de este 2022. Si echamos la vista atrás…¿Cuándo no lo son?.
Una vez más, al mirar con detenimiento nuestras inversiones, se suelen cumplir las reglas de toda cartera diversificada:
- Algún activo no tendrá un resultado como la media en cuestión de rentabilidad (tanto por la parte alta como por la baja)
- Por lo general, la mayor parte de los activos en su categoría hace prácticamente la misma rentabilidad que hace su índice o sector
- A poco que se lleve varios lustros en la inversión reconocemos claramente los activos en los que más concentramos la inversión y con cuyo comportamiento estamos “más cómodos”
“La comodidad” en la inversión es un concepto bastante abstracto en el que un inversor, en principio, puede hacerse trampas al solitario sesgando su mente al propio comportamiento de su cartera. No solemos pensar que hemos tomado decisiones erróneas o poco eficientes hasta que el mercado, y pasados no pocos años, nos pone del revés. Con la experiencia de la realidad se termina por aceptar el funcionamiento de dicho mercado, tan aleatorio e impredecible, como algo natural.
No en vano puede llegar a ocurrir que una persona se sienta hasta cómoda, durante un tiempo, perdiendo dinero a largo plazo sólo por el hecho de pensar y el orgullo de creer saber lo que se está haciendo. Esa famosa fábula de la rana en el agua hirviendo.
A lo largo de la vida inversora he compartido momentos con personas que tenían su cartera en: acciones propias, fondos de inversión bancarios, productos de sectores/tendencias, metodologías muy marcadas y, sobre todo, en cuentas corrientes y depósitos remunerados. Todos estaban cómodos con su comportamiento en todo momento, hasta que dejaron de estarlo (mi caso personal no es una excepción).
- A los depósitos de alta rentabilidad les llegó su fin
- Las acciones escogidas por pálpito o por “ser buenas compañías de calidad” que tan bien funcionaban cuándo todo subía, dejaron de rentabilizar e incluso llegaron a desplomarse
- La metodología value que tan bien lo había hecho cuándo el mercado y los índices cayeron durante 3 años seguidos, a inicios de los años 2000, dejaron de hacerlo en la última década en favor del crecimiento
- El crecimiento y las empresas de calidad que aguantaron una pandemia y subieron como la espuma se dieron de bruces contra el muro de la inflación
- Para no hablar de que la renta fija no pareció serlo, al menos, cuándo los vencimientos de los bonos estaban a años luz y se habían comprado con rentabilidades casi negativas
Comentar, ahora, que durante 13 años el índice MSCI World no recuperó sus máximos, y el índice SP500 tardó 10 años en hacerlo, parece una anécdota de abuelo.
Si bien los datos sin contexto no tienen toda la información y son tramposos, (es muy común comentar los años bajistas de la bolsa de Japón sin referir a los dividendos y a la gran deflación que acompañó dicho mercado bajista), no menos cierto es que se tarda mucho tiempo en poner en orden una cartera, establecer un proceso y escapar de la emocionalidad del corto plazo.
Con el tiempo convenimos en que unos pocos activos con un comportamiento, si no predecible sí esperado, (que puede ser perfectamente volátil), con un riesgo medido (dentro de unos parámetros lógicos y aceptados de antemano) y con una rentabilidad aceptable (perfectamente la rentabilidad media del mercado) son aquellos que nos han generado más del 70/80% del rendimiento de nuestra cartera de largo plazo por un camino más o menos transitable.
Si se mira con detalle se comprobará que, además, dichos activos aparte de ser los más rentables a largo plazo no lo parecieron en espacios de tiempo poco prolongados.
Como comenta Morgan Housel en “La Psicología del dinero”:
«Invertir bien no significa obtener la rentabilidad más alta porque, los réditos elevados suelen ser un éxito único que no pueden repetirse. Se trata de tener una rentabilidad bastante buena que pueda mantenerse y que pueda repetirse por el periodo más largo posible». Para otras ocasiones hablaremos como se demuestra justamente lo contrario. Buscar rentabilidades elevadas, en el corto espacio de tiempo, suele desembocar en historias trágicas.
Hasta hace relativamente poco tiempo no era posible invertir con la facilidad que, ahora, un inversor puede invertir en productos interesantes a bajo coste. Una cartera para tratar de acercarse a replicar un único índice necesitaba combinar ciertos activos a costes altos. Esto nos ha llevado en muchos casos a tener, ( yo el primero) más inversiones de las necesarias por repetidas, caras y no ofrecer valor añadido en el tiempo.
Llega un momento en el que: riesgo, rentabilidad y proceso confluyen en unos pocos activos que, en mi caso denomino Activos Base, son el pilar de la cartera de largo plazo. Cada cual tendrá los suyos y con los que “se sienta más cómodo”.
Cuanta experiencia y sabiduría hay en este texto…!!
Gracias Marcos por compartirlo.
Un saludo.
Gracias por su tiempo, vertiendo ideas en copas que aún están por llenar.
A raíz de leerle he vuelto a recordar la frase que aproximadamente dice: hay gente que tiene prisa para arruinarse y le falta paciencia para hacerse rico.
Enorme Marcos. Un ejemplo de raciocinio y conocimiento que tenemos la posibilidad de aprender de él. Un fuerte abrazo