Siempre me he preguntado, y si eres lector de este blog es muy probable que tú también, por qué algunas personas son capaces de soportar sucesos terribles en los que lo normal es hundirse.
Mi abuela materna, que tuvo que soportar una vida muy dura, con pérdidas familiares de las que es imposible reponerse, repetía una frase que se me quedó grabada desde niño. “Señor, no me envíes todo lo que soy capaz de aguantar”.
Hay vidas sencillamente más difíciles que otras y cuando uno lo ve con la suficiente distancia, tiene poco de romántico atravesar según qué situaciones que simplemente no quieres vivir. Podemos dar sentido al sufrimiento como manera de mantener nuestra salud mental a flote pero por mucho que determinadas situaciones extremas puedan transformarnos en seres humanos más evolucionados, muchos de nosotros preferimos morir menos sabios, pero con menos dolor.
En un plano mucho más banal, como es el oficio de componer capital, hay una extensa literatura sobre exitosos inversores y empresarios que con historias de superación logran pasar de la miseria más absoluta a los Campos Elíseos de la fama y la gloria.
No la hay tanto sobre los muchos que con inteligencia, foco y trabajo duro, acaban sucumbiendo a los designios de la diosa Fortuna.
Sin embargo, entre los primeros y los últimos, hay una gran masa de personas que sobreviven y para quienes el mero hecho de haber sobrevivido ya es probablemente el mejor premio que se podría alcanzar.
¿Qué hace que sobrevivan, cuando la inmensa mayoría cae?
De esto va nuestra reflexión de hoy
Siempre me ha gustado el modelo mental de llevar al extremo cualquier situación, como modo de acercarme a algo parecido a la verdad.
Este modelo, se complementa perfectamente con el modelo triangular, que tanto uso en mi día a día en decisiones con gran incertidumbre.
Cojo el caso sobre el que quiero reflexionar, analizo un caso extremo y lo complemento con algo común y por lo general, en esa intersección surge información utilizable, que realmente me ayuda a entender mejor las cosas.
Empecemos.
El caso extremo. Álvar Nuñez Cabeza de Vaca.
En los últimos días de su vida, cuando las paredes de su habitación se deformaban en sombras, Álvar Núñez Cabeza de Vaca daba vueltas al mismo recuerdo que le impedía dormir. Era un pasaje que se repetía con la claridad amarga de las cosas que no tienen vuelta atrás: aquella noche húmeda, la madera astillada de las balsas, el insensible mar que tan cruelmente lo trataba, y él, despojado del orgullo, sintiendo que todos los días anteriores de su vida lo habían llevado hasta una sola pregunta: ¿qué queda de un hombre cuando ya no le queda nada?
“Quedamos rotos y a la intemperie. Sin navío, sin capitán, sin rumbo. Y vi entonces que el mundo era más vasto que mis designios y que, por mucho que jurase mandar, era yo el mandado.”
(Recreación inspirada en Naufragios, cap. I–III)
La vida, como los mercados, no distingue intenciones. Siempre recuerdo la frase que un día me dijo Arturo. “Los mercados siempre encuentran la manera de hacer el mayor daño al mayor número de inversores”.
“Aquel día supe que ya no me valdrían mis papeles ni mis palabras. La tierra no entiende lenguas de Castilla. Entiende cuerpos que resisten y pies que avanzan.”
(Recreación inspirada en Naufragios, cap. V–VII)

A todos nos encanta ver gráficas como la anterior. Son datos de algo más de doscientos años, donde las líneas suavizadas marcan una tendencia ascendente.
Cuando el cerebro del inversor mira esta gráfica, la conclusión es sencilla. La volatilidad bien vale una misa.

Sin embargo, si miramos con un poco más de detenimiento los puntos rojos, vemos lo siguiente:

Según tu edad y las cicatrices que te dejó, verás que algunos de esos pequeños baches en la ascensión de nuestro particular Tourmalet, se vivieron de manera mucho más desagradable de lo que nos da a entender la gráfica.
Si eres de los inversores que llevan décadas en el juego, tu conclusión a estas alturas es clara: lo esencial no fue lo que ganaste, sino lo que lograste no perder resistiendo.
Cabeza de Vaca lo entendió muy pronto:
“No osaré decir que vencí. Digo que seguí andando cuando otros se tendieron a esperar la muerte. Ese fue mi mayor hecho de armas.”
(Recreación inspirada en Naufragios, cap. IX–XI)
Sobrevivir ya es en sí un triunfo.
Ahorrar cuando todos a tu alrededor gastan.
Aislarte del ruido cuando todos compran activos que no te convencen.
De primero de inversor, no vender en los momentos de mayor pesimismo.
Poner sobre la mesa, lo que puedes permitirte perder sin colgarte de un pino.
No dejarte arrastrar por la soberbia cuando las cosas se aceleran y tu cartera reverdece.
Cuando hablas con los suficientes millonarios de la puerta de al lado, entiendes dos cosas:
Hay fortunas que se pierden por un solo gesto imprudente.
Pero no hay ninguna que se construya sin décadas de resistencia.
“Hallé que no era ya hidalgo sino huésped, caminante, siervo, y cuando fue menester, curandero. Lo que fui se iba deshaciendo como una camisa mojada.”
(Recreación inspirada en Naufragios, cap. XIII–XV)
A lo largo de tu vida financiera, el cambio no será excepción, sino norma.
Los mercados cambian. Las reglas de los impuestos cambian. La tecnología cambia. Y si, tú también debes hacerlo.
Es tu único mecanismo de supervivencia.
Habrá momentos en que te preguntarás si el esfuerzo merece la pena. Siempre digo que uno de los mayores enemigos por el daño que ocasiona y lo poco reconocido, es el tedio.
A veces son largas épocas que duran años donde no vas a ninguna parte. Tienes un proceso, lo aplicas con disciplina, estudias, aprendes y pones todo de tu parte pero los resultados no te acompañan.
“Sentí los pies como si cada uno cargase con un muerto. Pero la noche no perdona al que se detiene.”
(Recreación inspirada en Naufragios, cap. XVI–XVIII)
El cansancio es real. No lo temas, pues es una señal de que estás avanzando.
Cabeza de Vaca jamás supo si llegaría al día siguiente.
Tú tampoco sabes si el futuro te tratará con dignidad.
No sabes si habrá otra pandemia, otra guerra, otra crisis bancaria, otro ciclo inflacionario.
“Los ruidos de la noche decían que el alba podía no sernos dada. Pero aprendí que el miedo anda con el hombre como su sombra y que no por eso ha de dejar de caminar.”
(Recreación inspirada en Naufragios, cap. XIX–XXI)
La incertidumbre no mata, la incapacidad de actuar bajo incertidumbre, sí.
Cuanto antes aprendas a convivir con la incertidumbre como un elemento indispensable para tomar ventaja de los que no saben hacerlo, más lejos llegarás.
Recuerda, en los mercados la prima de la incertidumbre es lo que te da la rentabilidad a largo plazo.
Cuando por fin alcanzó territorio español, Cabeza de Vaca no llevaba tesoros.
Se podría decir que llevó consigo el mejor tesoro que un hombre puede tener. Conocerse a si mismo y saberse dueño de su destino. Haber pulsado los límites de la fragilidad humana y conocer su resistencia. Ser consciente de cuanto le ayudó la suerte en momentos críticos.
“Volví sin oro ni señorío, mas volví sabedor de mí, que es tesoro más firme que la plata. Y si algo aprendí, fue esto: quien vive, vence.”
(Recreación inspirada en Naufragios, cap. XXXI–XXXIII)
Si lo piensas en frío, en este camino de la inversión, el premio muchas veces está en cómo eres capaz de conocerte mejor en la adversidad y el triunfo.
Muchos pueden envejecer con grandes patrimonios, pero quizá no tantos con la serenidad que da una vida en la que uno fue el Capitán de su destino.
Realmente no hace falta tanto patrimonio para vivir sin miedo.
Tampoco necesitas dominar los mercados, ni haber salido victorioso en todas tus decisiones. Nadie lo hace y cuanto antes lo entiendas, mejor. Solo necesitas atravesarlos sin que te destruyan.
Esa es tu verdadera conquista.
Mi conclusión es que las personas que sobreviven suelen seguir aquello de Camilo José Cela: “en España el que resiste gana”.
En mi opinión, el optimismo es y será la mayor fuente de ventaja competitiva que una persona con mentalidad analítica puede tener.
El sentido de por qué hacemos las cosas, tal y como nos enseñó Viktor Frankl es el cemento que hace que la estructura aguante.
Y con todo y con eso, la suerte siempre hará que de los cientos que empezaron con Alvar Nuñez, solo llegaran unos pocos, mientras otros mejor preparados, optimistas y con sentido, cayeron.
Entonces, responder con total seguridad a la pregunta de por qué algunas personas resisten y otras no, puede que sea tarea imposible, sin embargo, los rasgos comunes a los que si lo hicieron pueden darnos algo de luz.
Nunca dejes de preguntar a personas mayores que tú sobre su experiencia vital pues vale su peso en oro.
Y al mirar al pasado, en un mundo en el que la literatura anglosajona no hace más que loar a sus héroes, échales un ojo a tus compatriotas, que con sus luces y sus sombras, poco tienen que envidiar a los del Trafalgar Square.
Fuentes:
Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios (1542).

