A los seres humanos nos encantan las historias que siguen el guion de “Si usted hubiera hecho equis ahora tendría zeta”, que aplicado a nuestro pequeño mundo inversor equivale a haber comprado una exitosa compañía, un índice, una propiedad inmobiliaria, o cualquier activo que años más tarde haya tenido una favorable evolución, cuando iniciaba su camino.
La ley del retrovisor es poderosa y la imaginación disfruta con dulces ensoñaciones acerca de mundos posibles aunque ciertamente poco probables. Samaniego ya lo inmortalizó muchos años atrás con su famosa fábula del cuento de la lechera.
Relata Taleb en El cisne negro que en cierta ocasión trató de reproducir un experimento en el que se les pedía a los alumnos que estimasen con una probabilidad de acierto del 98% el rango del número de ejemplares en el que se movería la librería de Umberto Eco. La cifra en sí eran 30.000 libros, pero la mayor parte de alumnos erraron los rangos en un ejercicio en el que simplemente ampliando el rango se podría reducir la incertidumbre. Entre 100 y 100.000 podría haber sido una respuesta que pusiese de nuestro lado al 98% del éxito, pero como animales que somos acotamos rangos mucho menores dejando fuera voluntariamente una importante cantidad de escenarios altamente probables.
En la gestión de un inversor de su cartera pasa algo similar. Aún cuando vivimos en un mundo con un abanico inversor tremendamente amplio, y lo que es peor, sin darnos demasiada cuenta, sobreponderamos áreas geográficas dejando completamente de lado otras. Nadie se suele sentir incómodo invirtiendo en Estados Unidos pero quizá este grado de comodidad se reduzca fuertemente si invertimos en Turquía, Malasia o Sudáfrica por poner algún ejemplo.
Movámonos ahora a los primeros cincuenta años de 1900. Imaginemos que somos un español que asiste a la dureza de la vida de principios de siglo en nuestro país y decide subirse a una mole de acero y cruzar el vasto océano en busca de fortuna recalando en Argentina. Tierra con abundantes recursos naturales y potencia, medida en términos de riqueza, durante aquel periodo. Recordemos que en aquel momento el país emergente sería USA, a la par que Argentina. Eran tiempos en que el PIB de Argentina era un 10% mayor que Francia, por contextualizar.
Qué mundo tan distinto se debió vivir por aquel tiempo, con una distribución de la riqueza mundial tan diferente a la actual. A nadie le hubiera parecido extraño apostar todo por la pujanza de un mundo que se creía seguro y estable. Nuestra distribución de activos con la que nos hubiéramos sentido cómodos con los datos del momento, quizá no respondiera a las expectativas del cuento de la lechera y la leche acabase derramada como suele ser habitual cuando aspiramos a la perfección absoluta en un mundo imperfecto, apoyándonos en las corrientes de pensamiento de la narrativa del universo inversor imperante.
Como suele recordarnos Marcos Álvarez, nunca estarás lo suficientemente diversificado si no tienes una parte de tu cartera con la que no estés cómodo. Por esto es tan importante para nosotros diseñar la cartera de un modo diferente, pues para nosotros la elección no tiene porque ser “esto o esto”, sino una visión más holística en la que cabe “esto y esto”. Maneras de exponerse a la futura evolución del mundo diferente a la que nos puede dar un índice con mayor concentración en Estados Unidos pero que también se expondrá a Estados Unidos.
Invertir, si lo resumimos a su esencia, no deja de ser una forma de apostar por un desarrollo futuro de los acontecimientos en la que resulta vital tener la suficiente humildad como para aceptar que realmente sabemos muy poco y que en múltiples ocasiones se acierta por razones equivocadas.
El razonamiento de “esto o esto” tampoco termina aquí y es posible verlo en ocasiones en el conflicto continuo al que se someten algunos inversores entre ellos tratando de hacer ver que su estrategia es mejor que la contraria. Esta visión es tremendamente limitante pues nosotros hasta la fecha no hemos conocido estrategia alguna que funcione todo el tiempo.
A menudo me pregunto si tiene sentido en cualquier cartera dejar de lado la gestión pasiva, o tener un porcentaje de la misma en compañías que nos generen flujos de caja recurrentes vía dividendos. O visto por capitalización, tener un porcentaje en small caps, otro en med caps y otro en big caps. No hay una respuesta universal, pues cada inversor es un mundo e incluso el mismo inversor en distintas etapas de su vida se comportará de manera diferente, con distintas metas o circunstancias, pero me atrevería a decir que es altamente probable que lo que nos resta durante unos años, nos sume en otros.
La reversión a la media es muy poderosa y hoy a nadie le extraña que las materias primas hayan sido una inversión excepcional en este último periodo, del mismo modo que fue tremendamente mediocre durante bastantes años. Sólo hizo falta el catalizador de una guerra en Europa para poner patas arriba los activos invertibles y los tipos de interés tal y como los conocíamos hasta la fecha. ¿Predecible? Pienso que no, pero la reversión a la media es claro que tarde o temprano y del modo menos esperado aparecería.
En el universo del inversor medio se intercambia placer a corto plazo comprando los activos más de moda del momento por dolor a medio-largo plazo cuando de nuevo aparece la reversión a la media. Un sólo vistazo a las redes sociales nos hace ver que la cartera modelo del momento incluye casi siempre los mismos activos o similares. Además, la dura losa del “esto o esto” hace que se vayan rotando los activos que han perdido el favor del momento por lo que lo disfrutan, haciendo imposible al inversor medio beneficiarse de la poderosa reversión a la media.
La búsqueda de la perfección del “esto o esto” nos lleva a un “lo mejor es enemigo de lo bueno” constante.
A veces es necesario intercambiar dolor a corto plazo por éxito a largo plazo pero nuestra naturaleza se opone por el proceso evolutivo. Tener un cuerpo en forma sólo es posible haciendo esfuerzos ingentes por vencer la pereza al inicio y educar a nuestro cuerpo para buscar la recompensa a largo plazo. Comer de manera saludable significa renunciar a esa comida basura que podemos consumir inmediatamente, lo que nos permitirá mantener la salud décadas después. Invertir de manera exitosa poniendo las probabilidades a tu favor, generalmente exige alejarse del consenso del momento para ganar la carrera del largo plazo.
Con esto terminamos la reflexión del fin de semana, la próxima vez que tenga que tomar decisiones de “esto o esto”, piense si quizá no está en un caso en que ese modelo mental no sea el mejor y lo pueda sustituir por “esto y esto”. En múltiples ocasiones, ese pequeño cambio gramático le reportará dolor a corto plazo pero con suerte, éxito duradero en el tiempo.
decisión y decidido