Mejor no inviertas

Tras más de dos décadas dirigiendo compañías y algo menos invirtiendo en compañías cotizadas, suele ser bastante habitual que a uno le pregunten en qué invertir, especialmente cuando sale el tema de que uno asesora un fondo de inversión.

Dado que cada persona es un mundo y somos hijos de nuestras circunstancias, no es posible responder a esta pregunta en diez minutos si uno se considera medianamente honesto por lo que por norma general y gracias a que vivimos en la era de la inmediatez y la gente se cansa rápido, se cambia de un tema al siguiente y la petición se diluye entre sorbos de cerveza en el mejor de los casos.

En otros momentos hay un interés genuino por aprender y el resto de la conversación versa de libros y lugares donde ir aprendiendo y adquiriendo conocimientos sobre el proceloso mundo de la inversión. Ni rastro tampoco aquí de activos para invertir.

Por último, cuando uno se cruza con otra rara avis que ha sobrevivido a algún que otro crash bursátil con bastantes fichas en la mesa, se puede uno relajar y comentar activos en los que se ha depositado nuestra confianza e intercambiar pros y contras más específicos.

Algunos de ustedes conocerán de sobra el mundo de la inversión y verán al progreso en el mismo, para otros será algo a lo que se juega, una suerte de casino y para otros una enorme caja negra con la que malvados capitalistas manipulan a su antojo nuestras vidas y quehaceres. Todos tendrán algo de razón en un mundo tan caleidoscópico como es el del dinero, que nos guste o no, nos afecta de un modo mucho más importante de lo que solemos pensar.

Siempre me han gustado las metáforas, pues nos ayudan a entender conceptos complejos de un modo sencillo. Invertir no es tan diferente a practicar un deporte. A mi me gusta la bicicleta de montaña y a usted quizá la natación, seguro que podemos encontrar grandes paralelismos entre ambos pues básicamente la base de la receta es sangre, sudor, lágrimas y la satisfacción del trabajo bien hecho cuando uno va venciendo sus límites y su holgazanería.

Tomando la bicicleta de montaña como base, en mi experiencia he ido viendo algunas cosas interesantes.

El entrenamiento no es algo subcontratable. Si uno no está dispuesto a dedicar su tiempo de manera incremental para formarse (ponerse en forma en el símil ciclista), es mejor no invertir. Empezar poco a poco, hacer rutas sencillas e ir cogiendo forma física es la única forma de progresar. En la inversión básicamente es lo mismo, hay que estudiar de manera constante, incluso para indexarse e invertir pasivamente. El conocimiento es lo que te salvará cuando vengan mal dadas

Asume que te vas a caer. En la vida de un ciclista de montaña, hay un antes y un después de una caída. Recuperarse de las secuelas que nos quedan en la memoria por una caída cuesta bastante más tiempo que recuperarse físicamente. En la inversión pasa algo similar. La naturaleza de los mercados es subir y bajar, y las caídas te pueden ventilar un 40% de tu patrimonio sin demasiado problema. No es lo mismo pensar que puedes superar ver tu patrimonio menguado a verlo materializado. Además, cuando las bolsas caen, suele ser en entornos recesivos, por lo que coincidirá con los momentos de mayor pesimismo en tu vida diaria y es difícil mentalmente no venderlo todo cuando piensas que te pueden tirar del trabajo, un inquilino no te paga el alquiler, tus ingresos disminuyen etc..

Los mercados son contraintuitivos. Por lo general a muchos nos gusta comprar en rebajas. Mismos artículos, menor precio. En bolsa suele ser al revés. Cuanto más sube el activo más suele comprar el inversor promedio, cuanto más baja antes suele vender. Como el lector sabrá, esto es exactamente lo contrario a lo que hay que hacer, pero la psique humana nos forzará a ello, especialmente si no estamos seguros de lo que estamos haciendo.

En el ciclismo de montaña, la bajada suele ser más peligrosa que las subidas. En la inversión suele ser al revés, las bajadas se sienten como más peligrosas pero tienden a ser más seguras que las subidas. Un mercado alcista en el que ves cada día subir tu patrimonio es mucho más nocivo a largo plazo que lo contrario, pero cuesta mucho entenderlo mientras pasa cuando sólo ves sangre en tu cartera de inversión. A finales de 2019 pocos inversores se preocupaban por el riesgo al invertir, sólo unos meses después, con el confinamiento y todo lo que llegó, la percepción del riesgo aumentó de manera demencial. Ahora es fácil ver que había mucho menos riesgo en el momento de mayor pesimismo, pero pocos inversores tuvieron la suficiente sangre fría para verlo de ese modo.

Cuando más empinada sea la subida y más piedras rotas encuentres, más fuerte debes pedalear para no caerte. Igual que el punto anterior, en la inversión es justo lo opuesto. En las bajadas es cuando uno debe desplegar el capital con mayor intensidad, siempre dosificando para no quedarse sin fuerzas o recursos de inversión. Si uno no tiene muy claro si el momento es el propicio, lo mejor es partir en 12 meses las aportaciones e ir desplegándolas sin preocuparse de si se sube o se baja.

Mantener el rumbo es clave. En las cosas que realmente valen la pena en la vida, mantener la constancia es lo más complicado y lo más efectivo. En el mediterráneo, por lo general el clima es suave, pero aún así es más fácil hacer deporte en primavera, que en el resto de estaciones. Levantarse en invierno de la cama con frío da pereza y en verano, si uno no madruga se enfrenta a mucho calor durante la actividad, por lo que es importante no pensar y simplemente ejecutar. En la inversión pasa exactamente lo mismo y como es complejo saber cuando es el mejor momento para comprar, para muchos inversores particulares lo ideal es invertir la misma cantidad todos los meses sin importar el clima bursátil. Esto nos elimina muchos sesgos humanos que nos impiden invertir cuando realmente deberíamos haberlo hecho o invertir demasiado cuando el mercado está caro.

Hay días buenos y malos. Por muchas combinaciones de posibles factores, hay días que uno no rinde como debería. Lejos de desanimarse, lo importante es tratar de hacer la ruta sin dejarse la piel o lesionarse. Los días malos nos hacen valorar los buenos y nos ayudan a prepararnos mentalmente para soportar la adversidad. En el mundo inversor, hay temporadas en que la estrategia que uno ha tomado atraviesa tormentas, lo cual no significa que no funcionen, sino simplemente es la naturaleza de la inversión y hay que seguir pedaleando. Con retrospectiva es muy probable que estos días sean los que más fuerza mental nos aportaran en nuestro entrenamiento y con un poco de perspectiva seremos capaces de valorarlos.

Siempre hay alguien más rápido o en forma que tu. Cada persona nace con una genética y unas características que le hacen poder alcanzar un nivel determinado con mayor o menor velocidad que otra. Si uno está en continua comparación con los demás, lo normal es que nunca sea feliz. La verdadera lucha es contra uno mismo y su estado de forma del mes anterior. Invirtiendo encontraremos lo mismo, no es necesario ser un lince descubriendo y analizando compañías. Lo mejor puede ser enemigo de lo bueno y simplemente seleccionando un buen fondo de inversión y manteniéndose constante se pueden conseguir unos resultados muy satisfactorios.

Conoce tus límites y aléjate de las modas. Por último, destacar, que la obsesión no suele ser buena compañera. Correr carreras complicadas por los Pirineos u obsesionarse con los entrenamientos y tener los mejores materiales etc.. probablemente no sea una buena idea para la mayoría de los deportistas aficionados. A la hora de rentabilizar nuestros ahorros tampoco será necesario convertirse en un fanático que mantenga a su familia bordeando la pobreza con el fin de logar acumular más. En el término medio está la virtud y asumiendo que uno no se va a hacer millonario pero que puede obtener una rentabilidad razonable, la vida se vive mejor. No renuncies a esas vacaciones en familia o ese chuletón con los amigos por acelerar la bola de nieve. Tiempo que pasa ya no vuelve, y probablemente lo saborearas mejor ahora que con ochenta años.

Resumiendo. Si no estás dispuesto a atravesar momentos malos sin desfallecer, a hacer lo que tienes que hacer incluso en los momentos que no te apetece hacerlo y a adecuar tu estilo de vida a una rutina determinada, mejor no lo hagas. No inviertas ni hagas ciclismo de montaña. No hay necesidad alguna de hacerlo y probablemente no sea para ti. No hay un zapato para todas las tallas y no deberás sentirte mal por ello, seguro que encontrarás otras maneras de mejorar tus finanzas, creando negocios, pintando cuadros, escribiendo libros o cualquier otra actividad que se te de bien.

Si por el contrario estás dispuesto a quemar las naves y adentrarte en las procelosas aguas de la inversión, simplemente empieza. Poco a poco, sin prisas. El interés compuesto funciona a lo largo de muchos años y las prisas te pueden poner en aprietos inesperados. Invertir o ir en bici, se parece más a ver crecer la hierba que a la película de Wall Street o a los videos de internet de intrépidos aventureros descendiendo montañas al filo de la muerte. Si lo haces bien será aburrido y durante mucho tiempo más del que te gustaría no verás resultado alguno. Incluso puede que te caigas o te sorprenda un mercado bajista y pases más tiempo atravesando el desierto del que jamás te imaginaste. Mi consejo es que en esos momentos, sigas un poco más adelante, y luego otro poco más y así hasta que la tormenta termine. Nadie te podrá asegurar el éxito, pero créeme, cuando eches la vista atrás décadas después probablemente verás lo mucho que te ha enseñado ese camino. Y si te paras a pensarlo un poco, disfrutar del camino es lo único que estará en nuestra mano para vivir una vida plena.

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