Una partida de Risk

En los últimos doce años he aprendido algunas cosas importantes acerca de enseñar a tus hijos a invertir.

La primera y más importante es que forzar ese aprendizaje no sólo es baldío sino que puede ser contraproducente.

Teniendo esto en cuenta y con la humildad de quien sabe que no sabe apenas nada, mi decisión fue dejarlos ir a su aire, responder sus preguntas cuando surgiesen e intentar de tanto en cuanto darles algunos consejos encubiertos que puedan aplicar el día de mañana.

Jugar constituye una buena forma de aprendizaje para niños y adultos. 

Cuando uno piensa en inversión y juegos, es posible que le vengan a la cabeza el Monopoly, los juegos de Kiyosaki y cualquier otro juego en que haya dinero de por medio, pero quizá estas experiencias para crear pequeños maximizadores no sean tan útiles como aprender a gestionar y convivir con el mayor potenciador de felicidad (si bien efímera) y miseria (en muchos casos permanente), como es el riesgo.

Bajo mi punto de vista, el primer concepto que todos deberíamos aprender es este.

A Munger le costó una vida entender que si sólo pudiera saber una cosa sobre el futuro, sería saber el lugar donde iba a morir, para no ir nunca.

Mayor riesgo identificado. Catalizador que lo desencadena. Alejarse.

Pero el riesgo es mucho más que eso. Es una parte inherente de la vida y de las transacciones y por ello cuando no podemos alejarnos, lo mejor es aprender a mantener una prudente distancia de seguridad que trate de minimizar los daños de un mal desenlace, que más a menudo de lo que nos gustaría simplemente no podremos evitar.

Un juego legendario que pueden jugar pequeños y mayores es el Risk. 

La dinámica del mismo es conseguir tus objetivos, que varían según el modo de juego elegido, pero resumiendo mucho se trata de conquistar la mayor cantidad de territorio posible o la aniquilación de un jugador, preferiblemente sin que se de cuenta hasta que uno le asesta la conquista de su último territorio.

Cuando comienza una partida, si se pone la suficiente atención, somos capaces de ver grandes paralelismos con las personas que empiezan a invertir.

El conservador o alérgico al riesgo, se va reforzando a ultranza en los territorios que tiene. Para este perfil es más importante consolidarse que conquistar debilitando territorios.

El agresivo o el que disfruta con el riesgo, comienza desde el minuto uno a lanzarse a la conquista.

Entre medias se sucede una escala de grises que es bastante similar a la que podríamos encontrar en cualquier grupo heterogéneo de personas.

Por lo general, en el juego, los segundos tienen mayores posibilidades de hacerse con el mismo. La razón es bastante sencilla y conocida. El interés compuesto.

Cuando un jugador toma un continente, en cada fase del juego se refuerza con más soldados, que a su vez le permiten tener más fuerza de ataque, que a su vez le permiten conquistar más continentes etc..

Hasta aquí, concluiríamos que comenzar nuestra vida en modo kamikaze sería la opción más aconsejable, pero esta conclusión no sería cierta en todos los escenarios.

Cuando un jugador ataca a otro, puede atacar con tres dados, con dos o con uno, y cuando uno se defiende, con uno o dos. 

Si se empata, el atacante ha perdido, si lo supera, ha ganado.

Seguro que hay una razón que explica esto, pero en mi experiencia, atacar con menos dados suele maximizar las posibilidades de tomar el territorio con las menores pérdidas posibles de soldados. Es algo más lento, pero el tiempo de ataque-defensa no computa en los resultados del juego.

Salvando las distancias, podemos ver el mismo patrón que se produce con el uso de la deuda.

Cuando ganamos, amplificamos las ganancias.

Cuando perdemos, amplificamos las pérdidas.

Un uso medido puede ser útil en un determinado momento. Un uso excesivo, combinado con algo de mala suerte en los dados que nos tocan, nos puede sacar de la partida.

Una vez más vemos un esquema que se repite mucho. Aceptación del riesgo como estrategia, reducción con la táctica. 

Seguro que a estas alturas le va resonando el gran paralelismo entre ambas disciplinas.

Siempre me ha gustado la gráfica de Howard Marks sobre el riesgo.

Fuente: The most important thing. Howard Marks. Columbia Business School.

Conforme aumentamos la probabilidad de ganancias, desatamos también las posibilidades de retornos negativos.

En esta gráfica obtenida de “A wealth of common sense”, vemos algo similar aplicado a activos reales. No es exacto, pero se parece. 

Fuente: A wealth of common sense (Traducida)

El Risk y la vida inversora por tanto, comparten bastantes similitudes.

Al inicio de la vida, tomar riesgos de forma agresiva midiendo su ejecución, es la forma más sencilla de tomar ventaja y ampliar la base sobre la que después componer.

El tiempo, siempre que el riesgo no haya sido excesivo, y que uno haya podido soportarlo, será el ingrediente más importante para posicionarse bien.

Conforme se vaya avanzando, y pese a dominar gran parte del tablero, hay que seguir con la misma ejecución táctica conservadora de no tirar demasiados dados. Es más lento pero nos evitará grandes descalabros que pongan en peligro perder un continente y que acabemos perdiendo todo lo ganado.

Como bonus adicional, el juego necesita grandes dotes de astucia y negociación, incluso con el enemigo a vencer y especialmente con él.

Con el Sr. Mercado nos enfrentaremos igual. No nos debe nada ni se lo debemos nosotros. 

Los activos están para servirnos de ellos, no para servirles a ellos.

Los juegos nos ayudan a simular situaciones en las que podemos encontrarnos y nos empujan a tomar decisiones. 

No parece una mala estrategia para que los más pequeños se vayan familiarizando con conceptos útiles sin atiborrarlos de información para la que no están preparados.

Ya saben. En el siguiente turno, “ataquen Kamchatka”.

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