Poder Adquisitivo (Perspectiva Series)

Uno de los objetivos principales de la inversión, y quizás el más importante, es la protección o el mantenimiento del poder adquisitivo en el largo plazo. Tener, con el ahorro presente a día de hoy, la misma capacidad de compra en el futuro. 

Este poder adquisitivo se entiende mejor en el día a día de las noticias de todos los medios debido, principalmente, a factores que a todos nos ocupan.

–          Salarios

–          Precios

–          Pensiones

Cuando se observa que los costes diarios de la vida, o lo más comúnmente llamado cesta de la compra, aumentan de forma considerable raro es el día que no aparecen en los medios noticias con dichas subidas de precio. Petróleo, luz, alimentos, transporte, etc aumentan sus precios mientras que la capacidad de compra familiar disminuye a la hora de adquirir bienes y servicios.

Aparte de debates y políticas que atañen a estas consideraciones,  surge como temática central la “temida inflación”. Un efecto devastador que hace que las subidas de precios recurrentes minimicen el ahorro con el paso del tiempo.

A lo largo de los años y en nuestra experiencia con el ahorro de familiares y amigos se despejan siempre las mismas consideraciones con el paso de los años.

A) Ahorramos un capital y al cabo de los años con sólo tener un nominal igual o mayor  nos conformamos y nos parece aceptable. La aversión a la pérdida de un nominal de ahorro es más grande que el posible riesgo que se deriva de poder rentabilizarlo.  

B) Si se compra o se experimenta un bien/objeto a un precio, dicho precio condiciona, independientemente del bien adquirido, las decisiones financieras a futuro.

C)  El miedo a la pérdida a costa de una posible opción mejor u oportunidad, por racional que sea,  no parece ser una alternativa a considerar por el riesgo que podría ocasionar.

Las consideraciones que aceptamos de forma natural en las situaciones normales de la vida cotidiana, no suelen darse por buenas en las acciones relacionadas con las finanzas personales a poco que intervengan las emociones y la inquietud a futuro.

El sesgo y el anclaje psicológico de las personas interviene directamente en las decisiones que tomamos a futuro y que, por lo general, no suelen ser las más acertadas ni racionales. Pongamos ejemplos reales a las consideraciones antes comentadas.

A)  Se ahorran 1000€ y al cabo de 10 años se obtiene un monto total de 1100€, pudiera ser que la ganancia que se observa no sea tal. Que se consiga “un número más alto” no significa que el poder adquisitivo sea mayor.  La cuenta real sería 1100€ menos lo que haya subido la vida durante esos 10 años. A poco que nuestros gastos, derivados de la  inflación, hayan subido un 2% cada año, si el ahorro no supera 1220€ nuestra capacidad de compra habrá disminuido.

 

B)  Por la zona por dónde se reside, se venden inmuebles por 250.000€.  Es muy probable que si una persona de la zona tuviera que vender un activo inmobiliario similar, ese precio observado fijará a futuro el valor del inmueble. 

Pensará para sí mismo:  “Si alguien vendió a un precio, ¿por qué iba yo a vender a uno menor?”. Esta premisa, en la cabeza de todos los que vivieron la crisis de la burbuja inmobiliaria en España a partir de 2008, hizo que muchas personas no vendieran sus inmuebles cuándo aún su venta era rentable, sólo por el hecho de no admitir un precio “menor que el vecino que vendió el año anterior”. Precios que, a día de hoy, en muchos casos no se han superado. 

      Igualmente, es muy habitual en el mundo financiero detectar que si se observa que si un título bursátil o el índice de un país/sector cotiza a 10.000, y a futuro sube a 20.000, hay un pensamiento generalizado de que la bolsa está “muy alta”, o si ésta baja a 5000 “está barata”. 

 

C)  Aún siendo conscientes, o teniendo la información disponible, de que podemos optar por adquirir instrumentos financieros (Fondos de Inversión, acciones bursátiles, ETF etc) que a largo plazo, y como alternativa a lo que se tiene, serán mucho más eficientes y rentables para capitalizar el ahorro, se prefiere mantener una postura al margen «por el riesgo que ello conlleva en el corto y medio plazo».

Obviando así, por un comportamiento cortoplacista, que el verdadero riesgo se experimentará con el paso de los años, justamente, por tomar una decisión basada en las emociones.

 

No se invierte por el hecho de tener más. Curiosamente podría no ser suficiente.  De otro modo, y aunque no es lo habitual, (el tiempo suele ser proclive a que exista inflación), podría ser aceptable no obtener una gran rentabilidad  y, aún así, tener una capacidad financiera global aceptable.

 

 La inversión tiene como principal objetivo proteger el ahorro en el largo plazo. No es otra cosa que, al igual que en otras consideraciones, tratar de mantener el poder adquisitivo que el tiempo y la inflación tienden a desgastar de forma abrupta con el paso de los años.

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